Interpretar la realidad es siempre un ejercicio de alto riesgo.
Convertir un hecho o una cadena de ellos en una hipótesis sobre las motivaciones que llevan a los individuos o a un conjunto social a actuar de una manera es probablemente un intento fallido desde el inicio, ya que presupone una interpretación parcial, segmentada e incompleta. Pero la realidad es que, desde el conversador que decide dar un giro a sus argumentos para convencer a sus interlocutores, hasta los filósofos y estudiosos de más rancio copete, los seres humanos nos pasamos la vida haciéndolo. Es un requisito obligatorio para la conviviencia, en nuestra condición de seres endoplásmáticos obligados a interactuar con un mundo exterior que sólo podemos percibir con el tacto y las antenas.
Hace un par de días me enteré de que el Master en Gestión y Políticas Culturales de la Universidad de Zaragoza no se celebra este año. Entra en hibernación - por el momento - hasta comprobar si procede a la desmaterialización definitiva o si sólo debe tomarse un respiro para recuperar el aliento. La noticia me ha generado el inevitable flujo de reflexiones que dan lugar - una vez más - a una interpretación que me interesa compartir porque viene a cuento de una serie de reflexiones que vengo acumulando sobre la actividad cultural en España.
En mi perspectiva, probablemente mediatizada por el modelo universitario y profesional americano que da mucho menos espacio a la intervención estatal en la vida civil, entiendo un Master como un nivel de formación especializada que permite al profesional acceder a un tipo de conocimientos, prácticas y herramientas que le van a permitir elevar su nivel profesional y por ende subir en la escala profesional mediante mayor reconocimiento y mejores ingresos. Este presupuesto implica también la existencia de un mercado laboral necesitado del tipo de conocimientos que el profesional así formado podrá aportar. Despues de unos años en España no se si el sentido que tiene un postgrado, al menos uno como el que aquí comento es el que he explicado o más bien el de curso de especialización. Por el momento dejo el apunte allí, que luego me servirá para enlazarlo con otras ideas. Me interesa reflexiona sobre la suspensión del programa, sus razones y sus posibles oportunidades.
Estamos sufirendo en España - como parte de la actual crisis económica - un verdadero shock en el campo de la cultura. Un modelo completo, desarrollado sobre el concepto de la subvención estatal se está viniendo abajo y no estoy al corriente de cuantas reflexiones serias sobre alternativas de futuro existen, pero aunque las hubiera, entre el discurso teórico y la reconversión real del profesional de a pie, suele haber un desfase temporal que no se resuelve en el corto plazo, ni aunque ayudas importantes para guiar la misma y reducir los tiempos. Me parece evidente que el Master de la Universidad de Zaragoza se generó con el objetivo de dotar de profesionales cualificados en la Gestión Cultural a un sistema público desprovisto de los mismos en la Comunidad, salvo aquellos formados en la experiencia o en programas académicos de otras comunidades o paises. El primer problema entonces es que el mercado objetivo inicial (El estado, las administraciones locales y demás instituciones) ha reducido su demanda. Ciertamente, la autogeneración de empleo y proyectos privados también han demandado - y se han nutrido - de los graduados del Master, pero en mi conocimiento, la incidencia de estos campos profesionales es relativamente menos relevante.
Un segundo problema es que una parte importante de los graduados no han alcanzado el reconocimiento profesional que debería venir asociado a la obtención del Titulo. Los motivos pueden ser muchos, quizas asociados a esa idea de "curso de especialización" de que hablé antes, más que asociados a aspectos de la calidad del Master. De hecho, aunque un poco dispersa (debilidad producida por el intento de cubrir todo el espectro de la actividad profesional) la estructura académica y el nivel del profesorado, puede considerarse de un nivel más que suficiente y en muchos casos, muy alto. Sin embargo el nivel de validación, o al menos la validación entre los posibles estudiantes, debe haber fallado en algún punto, en caso contrario se habría conseguido dotar al titulo del brillo suficiente como para hacerlo apatecible y garantizar su subsistencia. (En este punto, no conozco la medida en que la crisis haya afectado a otros programas de postgrado a fin de poder dar una perspectiva mayor a mi razonamiento)
El tercer problema, tan sistémico como al primero, a mi entender, e íntimamente relacionado al mismo: La desmotivación generada por la crisis de un modelo de pensamiento arraigado en la sociedad. Si se entiende que la gestión profesional de la cultura debe ser una responsabilidad del estado, y este se encuentra en un momento de crisis, se produce la sensación de vacío. ¿y que sentido tiene el esfuerzo de formarse si no va a provocar ningún beneficio porque no existe campo para el ejercicio profesional?
Quizas sea este el punto más importante a atacar para recuperar el interés y el atractivo en el Master. El Estado se encuentra incapacitado por su falta de medios para volver a asumir la tracción de la maquinaria de la cultura, este es un hecho inevitable y lo importante es buscar alternativas que permitan a futuro la diversificación de motores para la vida cultural. Reflexionar sobre nuevas oportunidades, mejor aprovechamiento de recursos, desde la Universidad, orientar y participar en la bíúsqueda y creación de nuevas fórmulas para una cultura que, como todas las actividades humanas, deben ser validadas por la propia sociedad de la que nacen si quieren garantizar su existencia.
Por el momento, sólo queda esperar y para ver si el Master en Cultura de la Universidad de Zaragoza es capaz de lucir nuevamente sus mejores galas.
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