jueves, 25 de agosto de 2011

Un mundo más negro que su conciencia




Uno de los grandes regalos que la experiencia europea le ha hecho a mi conciencia ha sido el descubrimiento del mundo negro. Digo mundo y no cultura, porque en realidad mi acercamiento a esta sigue siendo superficial; lo que si ha existido, al aumentar la cercanía, es un atisbamiento de la profunda penetración que esta raza ha tenido debido a sus circunstancias y a partir de ello una reflexión sobre su influencia en las expresiones culturales del mundo europeo y americano.

En Guayaquil mi experiencia de lo negro nacía siempre desde lo ajeno: Una raza asentada en una zona concreta del país, unas cultura y tradiciones que daban aún más color a una sociedad rica en su mestizaje. Un elemento curioso al que acercarse con el extrañamiento del turista... Sólo años después supe que la presencia negra en Latinoamerica es casi equivalente a la indígena, sólo el día que fui invitado por primera vez a probar la cocina senegalesa supe que el arroz, el plátano y hasta algunos guisos eran tan similares a los de mi infancia que la única explicación posible pasaba por una influencia trascendente, aunque intencionalmente olvidada de los negros en nuestra cultura. Una influencia que se manifiesta en rasgos físicos que en una sociedad racista y clasista es preferible obviar; en sabores, en ritmos, en una actitud hacia la vida.

Por esas casualidades que tiene el mundo, muchos de los documentales sobre música que he visto últimamente tenían que ver con artistas y arte negros. Expresiones tan en las antípodas como los ritmos costeños del Perú, la experimentación de Miles Davis en el tercer festival de la Isla de Wight, o el "Regreso a Gorée" de Pierre-Yves Borgeaud que cuenta el recorrido de Youssou N'Dour buscando el origen esclavo del blues y el R&B. Cada uno de estos documentales me llevaba a reflexionar sobre la profundidad de la marca que un grupo humano puede dejar a su alrededor. Si una comunidad esclavizada, marginada, privada de todo sentido de valor puede insuflar su huella tan profundamente en las sociedades a las cuales se acerca, al punto que sea casi imposible conocer donde empieza o donde termina esta, ¿cual será dentro de 200 años la marca de las culturas que hoy llegamos a Europa para iniciar esto que posiblemente es la más extraordinaria experiencia de mestizaje desde la conquista americana?

Las culturas que llegan, particularmente si lo hacen desde países más débiles o menos avanzados en el modelo de desarrollo dominante, suelen ser vistas como inferiores (una de las tantas simplificaciones de la cotidianidad, que confunde - por ejemplo - desarrollo tecnológico o estado de derecho con acervo cultural) como tales suelen ser poco apreciadas. Sus diferencias con la cultura local generan habitualmente miradas de desconfianza que frecuentemente desembocan en el aislamiento y la gettización. Los proyectos de sociedad multicultural generados desde los gobiernos de media Europa no han sido particularmente eficaces para resolver esta situación, en parte por la dificultad (o el desinterés) de los recién llegados de adaptarse a la cultura receptora, en parte por falta de eco de dichos proyectos en la sociedad receptora. El proceso de mezcla, si bien bastante diverso en cuanto al equilibrio de fuerzas, no parece que será sencillo tampoco en esta ocasión (como en parte se prueba con los focos cada vez mas fuertes de nacionalismos y extremismos en la misma Europa que quizo ser un modelo de conviviencia). Los procesos sin embargo no pueden detenerse y la conciencia de su significado debería ayudarnos a atravezarlos con una mezcla de entusiasmo y vértigo.

El último campanazo en mi cabeza, el último impulso a compartir estas ideas, se dio ayer al leer un artículo sobre la muerte de Jerry Leiber. Una persona con mayor cultura musical que la mía posiblemente hubiese reconocido al personaje, hubiese conocido su curiosidad por la música y la cultura negras de los Estados Unidos y su influencia en los primeros años del Rock and Roll. La ignorancia me llevó a investigar y la investigación a saber que Elvis o Billy Halley fueron tan solo los primeros músicos blancos en ofrecer al gran público (es decir a la mayoría blanca) su versión de un estilo musical nacido del R&B al menos una década antes. Eso ya fue demasiado: Si el rock, el jazz, el blues, la salsa, la rumba, la zamba y un sinfín de ritmos más le deben su existencia a unos esclavos arrancados malamente de sus tierras, si estos ritmos definen (y sirven de vehículo de expresión) a casi la totalidad de la cultura occidental contemporánea ¿Que habría sido del mundo sin la diáspora africana? Que quede claro, esa diáspora - que lleva ya demasiados siglos - ha significado el mayor y mas terrible desangre que un continente puede sufrir, y seguramente tiene gran parte de la culpa de la situación actual de África (con la inapreciable ayuda de países y gobiernos que antes y hoy se benefician de dicha situación) pero a nivel social, su existencia ha permitido esa raza influir en el mundo mucho más de lo que nunca podremos entender y - en una de esas paradojas justicieras que tiene la vida - ha permitido a los antiguos esclavos marcar para siempre a quienes quisieron ser sus amos.

Pienso en la alegría de vivir que suelo definir frecuentemente como elementos esenciales de la cultura latina (al menos de esa cultura latina de la que me siento parte) y no puedo evitar pensar en las expresiones que he visto en los negros cuando bailan o cantan...

La música es sólo la cabeza visible. ¿que más de nosotros se lo debemos a África?