miércoles, 18 de noviembre de 2009

Carta abierta contra el cierre del Itae

CARTA ABIERTA DEL ITAE A LA CIUDADANIA

Guayaquil, 11 de noviembre de 2009

Desde la misma fundación del ITAE, el Banco Central ha incumplido sus compromisos con una institución que fue creada por él mismo.

Durante meses, el Presidente de su actual Directorio, Ingeniero Carlos Vallejo, se ha negado a atender a los directivos y alumnos del ITAE, delegando en los mismos tecnócratas que en tiempos de Lucio Gutiérrez ya intentaron enterrar y aniquilar un proyecto artístico y universitario sin precedentes en Guayaquil y en toda la costa ecuatoriana.

Un Instituto que con todo en contra, empezando por el boicot sistemático de su propio promotor, ha logrado en apenas cinco años convertirse en una referencia crucial del arte y la educación universitaria en el país, como lo demuestran los más de 60 premios nacionales e internacionales que nuestros alumnos y profesores han recibido.

Por su parte, el Ministro de Cultura, Ramiro Noriega, ha sido incapaz de hacer implementar las políticas que, con respecto al ITAE, él mismo entiende y ha defendido como las más sencillas e indicadas.

Hoy el ITAE esta a punto de desaparecer. No es posible que justamente en esta época se condene a los artistas a convertirse en limosneros o en mártires. Por ello, los alumnos y profesores del ITAE exigimos que el Ing. Vallejo, el Ministro Noriega y quien sea que ocupe la Gerencia General del Banco, con todo y sus asesores, se reúnan en Guayaquil con nosotros, para en un día de trabajo dar una solución definitiva a nuestra problemática.

Asimismo, solicitamos a todos y a todas quienes conocen el trabajo, el rigor y el compromiso del ITAE, en el Ecuador y fuera de el, a solidarizarse con nosotros. Nuestra decisión, hasta que se realice la reunión que estamos exigiendo, no será la de suspender ni interrumpir nuestra actividades docentes y creativas, sino la de desplazar las mismas hasta el edificio de la Sucursal Mayor del Banco Central en Guayaquil.

Ahí, al aire libre, en contra del imperio de la tecnocracia, vamos a reafirmar el valor de nuestro trabajo, desarrollando todas nuestras actividades, abiertas a que la ciudadanía en general, participe de ellas.

Atentamente,

Los estudiantes y profesores del ITAE

viernes, 2 de octubre de 2009

Entre brumas y fragmentos Curaduría, arte y autarquia.

En la praxis contemporánea del arte, la exposición cumple con la función de modelar la percepción de la sociedad en la que se inserta (ya que ella valida un código estético, un sistema conceptual, una ideología y una praxis artísticas), por estas razones el curador resulta una figura de indudable trascendencia. Una figura que ha ido definiendo su función y su espacio a lo largo de las últimas décadas para llenar el vacío dejado por la pérdida del valor estético e incluso de la “capacidad de asombro” de la obra de arte, que ha cedido protagonismo al discurso (a la reflexión social, política, cultural, que este plantea) el cual se expresa en el campo estético.

En un proceso en el cual la autonomía discursiva de la obra de arte parece ceder terreno -o al menos encontrar apoyos y amplificaciones necesarias para su consolidación- en el diálogo que se establece al interior de la exposición, la figura del curador como constructor de sentido establece urgencias que deben ser respondidas, sin embargo, la curaduía en si misma sigue siendo un espacio brumoso, donde la variedad de posturas (el curador como autor, tamizador, intermediario, promotor, interprete, etc.) dificultan la estructuración de un modelo formativo que satisfaga a todos. ¿Como establecer los límites de una disciplina cuando la materia de la cual ésta se ocupará se encuentra en mutación constante como producto de la reflexión en la cual se haya inmersa? ¿Cual sería el modo adecuado de transmitir esta disciplina de bordes difusos a aquellos interesados en desarrollar su práctica? ¿Cual la manera de abordar la práxis cuando tenemos conciencia de que los simulacros de verdad sobre los que se constituían nuestras certezas se han diluido, dejando en su lugar un espacio que se debate entre la intuición personal y los restos del discurso académico tradicional?

(Texto escrito para la introducción del número 7 de la publicación IMPASSE, del Centro de Arte La Panera de Lleida)

Por la libertad de prensa en Italia

(este artículo se publicó en el diario El Pais, de España, el día 01 de octubre. Me parece un tema sumamente importante y por ello lo transcribo aquí.

Hoy, en Italia, cualquiera que decida expresar una crítica al Gobierno y al primer ministro, sabe que deberá esperar no una opinión opuesta, sino una campaña que buscará el descrédito total del que la exprese. Sabe que el precio para seguir desempeñando una función que consiste en hacer preguntas y expresar opiniones, le será exigido en su propia piel. E incluso quienes hayan firmado un llamamiento a favor de la libertad de información, deberán tener en cuenta que ese simple gesto podría tener repercusiones que exceden a sus propósitos. Quienquiera que adopte una posición crítica sabe que tendrá que esperar represalias. Por eso hoy, en Italia, libertad de prensa significa sobre todo libertad de que no te destruyan la vida. Libertad de no ser el objeto de miradas ambiguas, de no ver truncada de un día para otro la propia trayectoria profesional por un simple acto de palabra.


En la Europa democrática la prensa nunca tuvo que manifestarse a favor de la libertad de expresión
Un reportero no puede ser expuesto al chantaje de ver arrastrada por el fango su vida privada
A los ojos de la prensa internacional, a los ojos de sus lectores, Italia se muestra cada vez más como un país en el que la lucha política parece reducirse al conflicto en el ámbito privado; hasta el punto de que las más altas jerarquías de la Iglesia, incluso el Papa, se han visto obligadas recientemente a cerrar filas en torno al director de Avvenire, diario próximo al Vaticano, al ser víctima, por sus opiniones críticas, de un ataque que implicaba su presunta homosexualidad. Un país en el que, a pesar de verse profundamente afectado por ella, no se habla nunca ni de crisis económica ni de las organizaciones criminales que producen el doble del Producto Interior Bruto del Estado.
Hoy en Italia hay un diario que se encuentra bajo denuncia por haber formulado preguntas, y mañana, 3 de octubre, tendrá lugar en Roma una gran manifestación promovida por la Federación Nacional de la Prensa Italiana. Una extraña protesta para un Estado democrático. En Europa nunca había sucedido que la prensa tuviera que manifestarse a favor de la propia libertad. Una república anómala en el corazón de Europa occidental: así es como Italia, cada vez más, se muestra a los ojos de quienes la miran desde fuera.
Es evidente que la situación en Italia no puede ser comparada con la de muchos países en los que no existe una información libre. Entre nosotros, la libertad de prensa no vive la comprometida situación de China, Cuba, Birmania o Irán. Para nosotros, manifestarse o alzar la voz en defensa de la libertad de expresión quiere decir exigir que uno pueda hacer su trabajo sin ser atacado en el plano personal. Quiere decir denunciar un clima de amenaza que abarca 360 grados.
La responsabilidad requerida a las instituciones no es la misma que la que debe tener quien escribe y quien, en función de su oficio, formula preguntas. No se hacen preguntas en nombre de la propia superioridad moral. Se hacen preguntas en nombre de la propia profesión y de la posibilidad de interrogar a la democracia. Un periodista se representa a sí mismo, un ministro representa a la República. La democracia existe en el momento en el que son respetados los papeles de ambos. Para un periodista, hacer preguntas o formular opiniones no es otra cosa que ejercer su función y uno de sus derechos. Debe poder seguir trabajando serenamente, en el marco de un equilibrio de fuerzas que permita también a la otra parte reaccionar con medidas no menos lícitas. Pero un ciudadano que desempeña su trabajo no puede ser expuesto al chantaje de ver arrastrada por el fango su vida privada. Y una persona que hace preguntas no a un ciudadano privado, sino al jefe del Gobierno, no puede ser silenciada e incriminada por haber formulado simples y legítimos interrogantes.
Y lo que hoy hay que preguntarse es: ¿De verdad los electores de centroderecha pueden querer esto? ¿Pueden considerar justo no sólo el rechazo a responder a las preguntas, sino la incriminación de esas mismas preguntas? ¿Pueden sentirse cómodos cuando día tras día los ataques contra los adversarios políticos siguen el modelo del fisgoneo en el ámbito privado? ¿Pueden no ver cómo la lucha entre una información, a menudo sólo blandamente crítica, y quien trata de amordazarla, es desigual e incorrecta también en el plano de las relaciones del poder formal? ¿Pueden no sentir espanto ante el escenario en el que, a riesgo de acabar todos en el fango, todos deslegitimados, un país ya agravado por mil problemas, encallado en los bajos de la crisis económica, pueda arrastrarse más y más por la podredumbre, hasta la parálisis o hasta la disgregación? ¿De verdad quien haya votado por el centroderecha, creyéndolo legítimamente más próximo a sus intereses o a sus convicciones, puede mirar con indiferencia o aprobación esta avalancha que se abate sobre los mecanismos mismos que hacen que una democracia funcione? ¿No siente que algo se está perdiendo? El país se está volviendo malvado. Conozco una tradición de conservadores que nunca hubieran aceptado una deriva semejante de las reglas. En estos años difíciles para mi, muchos electores de centroderecha, muchos electores conservadores, me han escrito y ofrecido solidaridad. He visto en mi tierra la alianza de militantes de derecha y de izquierda, unidos por el valor de querer combatir a cara descubierta el poder de los clanes. Bajo la bandera de la legalidad y del derecho, sentida profundamente como un valor compartido e inalienable. Es al tener en mente los rostros de estas personas y de tantas otras que me han testimoniado reconocerse en un Estado fundado en ciertos principios fundamentales, cuando de nuevo os pregunto: ¿de verdad vosotros, electores del centroderecha italiano, queréis todo esto? Se equivoca quien os pida cambiar de ideas y de orientación política. Se trata, antes bien, de cambiar la actitud respecto a los modos y los métodos de quien os representa.
No es una cuestión de moral. No es sobre la elección de su tipo de vida de lo que tenga que responder un político a su país. Pero cuando se tienen responsabilidades institucionales, uno se convierte en objeto de chantaje, y es en ese plano, en el plano de las garantías por las acciones que se cumplan en el único interés del Estado, en el que quien ostenta un cargo público está llamado a rendir cuentas de su vida privada.
El chantaje al que un político está sometido es siempre peligroso, ya que el país tendría necesidad de algo distinto, de atención sobre otros problemas urgentes, de otras intervenciones. Además, hay otros aspectos que desde hace tiempo convierten a Italia en anómala y más frágil que otras naciones democráticas occidentales. En 2003, John Kerry, entonces candidato a la Casa Blanca, presentó en el Congreso un documento con el título de The New War, donde se indicaba a las tres mafias italianas como tres de los cinco elementos que condicionan el libre mercado mundial, cuantificando en 110 millardos de dólares al año la montaña de dinero que reciclan las mafias en Europa. Italia es el segundo país del mundo en hombres bajo protección, después de Colombia. Y en Europa ostenta un récord absoluto: en los últimos tres años ha habido unos 200 periodistas intimidados y amenazados por sus artículos, muchos de los cuales han acabado bajo protección. La escolta concedida a quien trabaja en el terreno de la información se da precisamente en nombre del principio de la libertada de expresión y de la libertad de prensa. Comparto el destino de estas personas en gran parte desconocidas o ignoradas por la opinión pública, viviendo la condición de quien se encuentra físicamente amenazado por aquello que ha escrito. Y comparto con ellos la experiencia de quien sabe lo peligrosos que son los mecanismos de la difamación y del chantaje.
El jefe del cártel de Cali, el narco Rodríguez Orejuela, decía: "Eres aliado de una persona sólo cuando la chantajeas". Un poder al tiempo chantajeable y chantajista, un poder que se sirve de la intimidación no puede representar a una democracia fundada en el Estado de derecho. De nuevo, no se trata de un juicio moral o moralista, sino de una valoración funcional. No es posible someterse a ciertos mecanismos o ejercerlos sin que todo el país se vea dañado por ello.
Italia ha sabido superar pruebas enormes. Nápoles, mi ciudad, fue la más bombardeada del Mediterráneo. De la miseria y de la destrucción, de las laceraciones de una guerra interna, de la humillación de más de medio millón de soldados deportados como traidores por los propios ex aliados. De todo esto, Italia fue capaz de alzarse como nación libre y democrática. La Italia de la posguerra, la República italiana, fue capaz de ganar batallas civiles, de afrontar unida el surgimiento del terrorismo político interno, de crecer y convertirse en una potencia económica entre las primeras del mundo. Y si es cierto que Italia nunca se ha visto privada de zonas de sombra ni inmune a la corrupción, si es cierto que ello ha contribuido a hacerla más permeable al crecimiento de las mafias y a la acción de otras fuerzas subterráneas, también es cierto que en el choque de poderes y facciones siempre ha conservado ese mínimo respeto a las reglas que hasta ahora ha salvaguardado a todos sus ciudadanos. Quien, como yo, sabe cómo funciona un mundo basado en el ejercicio de un poder para el que todo es lícito, se da cuenta de que, derribados determinados diques, ya no hay garantía alguna de que la riada del arbitrio lo arrolle todo en poco tiempo. Pero creo, o mejor dicho deseo, que también esta vez conseguiremos superar nuestras divergencias y demostrar que somos capaces de dar lo mejor de nosotros cuando están en juego intereses comunes y principios compartidos.
Y creo, asimismo, que la manifestación por la libertad de prensa que tendrá lugar en Italia mañana no le atañe sólo a mi país. Creo que será una ocasión para sensibilizar a la opinión pública contra el peligro que, por la palabra escrita, también fuera de aquí se pueda tener que pagar con la reputación y la serenidad indispensables para hacer información. La manifestación no tendrá solamente un carácter nacional, ni un preciso color político. Por eso invito a que se adhieran a ella todos los periodistas que no se consideren de izquierda pero que creen que hoy la libertad de prensa significa saberse amparados del riesgo de la agresión personal, una condición que debería estar garantizada para todos.
Quisiera que el 3 de octubre recordásemos plenamente cuál es el valor de la libertad de prensa. Quisiera que todos aquellos que acudan a manifestarse lo hicieran también en nombre de quienes en Italia o en el mundo han pagado con su vida por lo que han escrito y hecho al servicio de una información libre. En nombre de Christian Poveda, asesinado recientemente en El Salvador por haber dirigido un reportaje sobre las maras, las ferocísimas bandas centroamericanas que hacen de bisagra del gran narcotráfico entre el sur y el norte del continente. En nombre de Anna Politovskaya y de Natalia Estemirova, asesinadas en Rusia por sus batallas sobre Chechenia. En nombre de Peppino Impastato, Giuseppe Fava y Giancarlo Siani, acallados por mafia y camorra, y difamados antes y después de su muerte.
Para que en cualquier país democrático no vuelva a suceder que expresarse sobre lo que ocurre pueda significar tener que pagar con el alma, con el cuerpo, con la sangre.
Esa es la libertad de prensa.

Roberto Saviano, escritor italiano, es autor de Gomorra. © 2009 by Roberto Saviano. Publicado con autorización de la agencia Roberto Santachiara. Traducción de Juan Ramón Azaola.

domingo, 26 de abril de 2009

Una nueva era para los seguidores de Yorch

El colectivo Déjame Ver, ha lanzado la segunda convocatoria de Todo por un Yorch (George, en honor del chico que sale en los billetes de "a" dolar -la ironía guayaquileña a veces puede ser muy fina-) al igual que el año anterior me apresuré a trabajar sobre una pieza para enviar a la exhibición http://dejameverarte.blogspot.com

Empecé a investigar, no tenía una idea demasiado clara, excepto que me interesaba la posibilidad de llamar la atención sobre el peso -a mi juicio excesivo- que el dinero y el bienestar tienen en las sociedades contemporáneas y aprovechar la crisis financiera internacional a ver si con su ayuda ponía de paso en crisis esa lógica lamentable (y perversa) de que la riqueza económica sea el único baremo para medir el nivel de éxito en el proceso vital.

Investigando sobre el dolar para encontrar un hilo conductor a mi propuesta encontré información sobre la sociedad secreta de los Illuminados de Baviera y los símbolos que se encuentran en el billete de un dólar. Dediqué varias horas a leer sobre esta curiosa relación dinero – poder – esoterismo. A partir de allí el proceso fue bastante sencillo, empecé a recrearme en los rituales para obtener fortuna económica, comunes en iberoamérica y me imaginé las formas que estos adoptarían en sociedades secretas o grupos de gran poder económico

Así surgió Nueva Era, tres carteles que “desvelan” los secretos esotéricos del dólar. un trabajo que busca lograr aires antiguos y misteriosos apoyándose en iconografías basadas en los simbolismos esotérico y religioso

Las imágenes de la Nueva Era




Como comenté en un post anterior, respondí a la convocatoria que mis buenos amigos del colectivo Dejame ver realizaron, para la exposición Todo Por un Yorch.
Estos son los tres afiches que envié, Espero que los disfruten, no añado más información porque todo lo que sobre este tema vale la pena contarlo ya lo hice en el post del que hablo. 

sábado, 25 de abril de 2009

Urbana Vox en El sótano de Cass





Hace dos años empecé con el proyecto Urbana Vox, entonces fue un proyecto de urgencia. Un espectáculo para reencontrarme con Guayaquil, con el público y los amigos. A lo largo del tiempo ha ido evolucionando, primero fue un performance con música en vivo, poesía que se se apoyaba en el trabajo de los músicos para encontrar diversos modos de ser dicha. Luego se acentuó el aspecto teatral, se convirtió casi en un monólogo sobre textos poéticos y música. Esta nueva etapa ve una nueva variante: el personaje se ha definido mucho más, hoy es una sombra-poesía que recorre entre los espectadores para contarles su experiencia laberítica entre los vericuetos del lenguaje.

Los textos también han cambiado, encontré en mi libro A trazos de Lutecia formas poéticas que funcionaban perfectamente para la idea que tenía en mente, este libro aporta buena parte del material para elaborar un performance intimista, explosivo. Necesitaba versos que buscasen por encima de todo la fuerza del sonido, que rompiesen con estructuras linguísticas lógicas. Palabras que apuntasen al estómago. Siguen existiendo textos de otros autores (Miloz, Kavafis, Huidobro, Báez, Nieto Cadena, Dalton, Szymborska) Una forma de romper con los ritmos internos de mi poesía y de dar espacio a versos que me impactan.

Lo que se mantiene intacto y creo que incluso ha crecido es el juego rítmico, el interés por el diálogo de musicalidades. La idea de que la lectura de la poesía provoque la música que luego provocará la forma de decir los versos. Esta vez lo trabajamos con el D.J. Pabz. Fue justamente la idea de ir hacia sonidos más abstractos, más intensos, la que inspiró buena parte del giro que ha dado el performance.

La imagen del afiche sigue siendo la que desarrolló Jaime Nuñez del Arco, el torbellino que se abre paso por la ciudad sigue existiendo, y va cobrando fuerza...

La próxima actuación será en El Sótano de Cass, un subsuelo al interno del bar Los Caprichos, en la calle Espoz y Mina 25, en Zaragoza; el 15.05.09 a las 23h00. Me gusta lo de un bar que está dentro de otro, es como un metarelato de esos de los que vive la poesía, de esos que son casi los únicos que podemos hacer en estos tiempos.

jueves, 2 de abril de 2009

Burkina Faso en el espejo

Estoy en Zaragoza, donde vivo desde hace tres años. Acabo de salir del cine, he visto un documental –parte de un festival sobre derechos humanos - sobre la vida de Thomas Sankara, presidente de Burkina Faso durante la segunda mitad de los años 80.

Me entero de cosas que no conocía: La lucha de un grupo de gente por cambiar el destino de un pueblo, la independencia alimentaria, la puesta en valor de la dignidad femenina. Me entero del esfuerzo de este hombre y escucho las palabras con las que buscó provocar en su comunidad la convicción de ser capaces por si mismos de salir de la situación de retraso y marginalidad en que se encontraban. Me entero de los intereses a los que afectaba y de los gobiernos que influyeron para lograr su asesinato el 15 de octubre de 1987.

Me marcho pensando. No sabía nada de esto hace una hora. En mi cabeza Burkina Faso era un nombre aprendido en mis clases de geografía del colegio, un nombre que correspondía a algún espacio más o menos al centro de esa gran masa que es África. Me hace gracia. Como ciudadano de un país “de periferia” llevo nueve años recordando en cada lugar por el que paso, que sud América no es un país grande, sino un conjunto de naciones con historia, costumbres y expectativas propias, y de pronto me encuentro a mi mismo hablando de “Africa” como si todos esos países al sur del Sahara (porque el Africa de la que hablamos cuando decimos “Africa” no incluye a los países del norte del continente. Esos serán tal vez un apéndice de la península árabe, o un continente extra, situado entre el mar mediterráneo y ese mar de arena que es el gran desierto.) Me encuentro hablando -decía- como si todos los países al sur del Sahara fuesen un sólo gran país, un espacio nebuloso donde culturas, etnias, lenguas e historias se mezclan informemente.

Aunque parezca una barbaridad, esta estupidez me hace sentir privilegiado. De pronto me doy cuenta de que soy capaz de comprender el desconocimiento torpe que campa aquí en Europa entre esa gran mayoría para quienes los mundos que existen más allá de sus fronteras (las mentales, las políticas en este caso sólo son importantes si coinciden con las primeras) son una entelequia irrelevante, a la vez que comparto el sentimiento de dignidad agredida que tenemos los individuos cuando llegamos a Europa y comprendemos que ese “mundo” del que nos sentíamos parte mira en nosotros sólo una curiosidad antropológica. Ser partícipe de esta doble realidad produce un shock en mi cerebro. Como si este literalmente se partiese para asimilar dos realidades antagónicas. De pronto entiendo que el prisma desde el cual se ven las cosas puede resultar determinante para nuestra capacidad de comprender (y con ella, nuestra capacidad de proponernos en el mundo), y que afirmarlo no es sólo un argumento para no intentar ponerse en el lugar del otro.

Esta nueva información se mezcla con otras que guardo en mi cabeza. Llevo años descubriendo culturas de las que sólo había oído hablar en enciclopedias o documentales. Llevo años comprendiendo en lo más profundo de mi piel que todas las certezas que conocía son tan relativas como incompleta es la información que poseo sobre las cosas, y parciales las fuentes de las que me he informado. Y digo en lo profundo de mi piel, porque no es lo mismo la comprensión de este concepto en la vaguedad de nuestro intelecto que probar en uno mismo la sensación de extravío que se produce la comprobación de que lo que llamamos certeza es sólo una opinión intercambiable.

Esta comprobación de la relatividad de mi cultura y mis opiniones habría podido perderme, crear tal sensación de desencaje que hubiese podido resultar insoportable. Por suerte al mismo tiempo descubrí otras cosas. Por ejemplo que la idiosincracia de las personas de costa suele tener unas constantes comunes en cualquier país al que uno vaya, como comunes son también ciertas maneras y acentos de las personas de interior. Que habitualmente la comida con la que crecimos es la más exquisita, el pueblo de al lado un adversario... He descubierto que los instrumentos tradicionales de viento o de percusión se parecían, aunque los pueblos que los fabricaron nunca oyeron hablar del otro, que los miedos son los mismos y también las esperanzas. Y lo más gracioso: Que todos los pueblos, todos los individuos, estamos convencidos que nuestro caso es único, incomparable.

No dudo de las particularidades de la individualidad, pero me he convencido de que esta resulta atemperada por las coincidencias de la especie. Compartir biología, estructuras, factores externos, incide en nuestras respuestas más de lo que nos gusta aceptar. La lucha entre los partidarios del determinismo y del libre albedrío nos ha hecho creer que debemos optar por creer en una de ellas, cuando en realidad son factores en permanente convivencia. ¿O acaso un niño que nazca en este país no tiene condicionado en su futuro el que un día se le caerán los dientes de leche, que estudiará muchos años y que más tarde o más temprano entrará en el mundo laboral? ¿acaso no es hijo de un tiempo, de una estética, de una visión del mundo? Y esa determinación no impedirá que sea su elección disfrutar o no de su infancia, aprovechar o no su paso por el colegio y crecer o no en la escala laboral, confrontarse o no con su tiempo y con la estética y visión que le enseñaron.

Levanto los ojos y miro Paseo Independencia, iluminado a la luz de las farolas. Veo esta gente que pasa, esta ciudad que voy descubriendo a fuerza de caminarla. Pude haber conocido la historia de Sankara viviendo en mi ciudad, esa que queda lejos aunque vaya conmigo cada día. Pero entonces habría sido distinto. El mundo se entiende de otra manera cuando has visto suficiente para asimilar que nada o casi nada de lo que crees que te hace único es verdaderamente relevante. Que a la larga, lo único que nos hace diferentes es aquello más íntimo. Esa carga de información debido a la cual, aunque todos vivamos en el mismo mundo, este resulte diverso para cada uno de nosotros.

Voy a caminar hacia casa, quiero reflexionar sobre el documental, sobre las razones por las cuales nos cuesta tanto poner como prioridad a la gente. Por qué vivimos en un mundo en el que el deseo de poder es más importante que la convivencia y el bienestar de la mayoría.

Quizás la respuesta tenga que ver con esa incapacidad de ver al otro. De comprender que el otro soy yo mismo, en otro sitio, con otra piel, con otra información. Que en el fondo no somos más que los mismos, buscando más o menos las mismas cosas.